martes, 23 de octubre de 2007

Una polémica a superar

Es el título del artículo de opinión escrito por Galder Reguera y que más abajo copio y reproduzco íntegramente, con el objetivo de realizar un pequeño comentario al respecto, ya que puede completar mi idea, (anteriormente comentada) que, por el momento tengo de la exposición del Guggenhein "Chacun à son goût"

Galder Reguera se plantea deconstruir la polémica generada por las fotografías de Clemente Bernard, desvelando los malentendidos que la han producido. Ésta es la pretensión de su texto. Y de pretensión no pasa. A mí me parece que así, siendo centrista no conseguirá nunca tal deconstrucción.

Yo como Galder tampoco entiendo lo de que un artista pueda ser aséptico a lo que hace. Tampoco me creo lo del ingenuo. Efectivamente como dijera aquel hay que tomar partido,” partido hasta mancharse” En toda comunicación y el arte es una actividad esencialmente comunicativa e intencional y uno siempre opina.
Otra cosa es que Clemente Bernard no tuviera intención de meter el dedo en el ojo al PP. Pero para eso no hace falta ningún artista, el PP ya sabe hacer sus campañas mediáticas utilizando a las victimas y al terrorismo como único eje permanente de su política.



Una polémica a superar

-GALDER REGUERA -

Recogido de el Correo 21.10.07

Quienes trabajamos en el mundo del arte sabíamos que tras la inauguración de la muestra 'Cada uno a su gusto', en el Guggenheim Bilbao, surgiría cierta polémica. Sin embargo, la dirección que ésta ha tomado ha sorprendido a propios y extraños. En lugar del previsible debate sobre la representatividad y validez de los artistas seleccionados para la misma, o de la calidad del resultado de los trabajos realizados 'ad hoc' para el Guggenheim por los jóvenes artistas vascos, la discusión se ha centrado en si las obras expuestas del fotoperiodista Clemente Bernard son, como afirma la AVT, «hirientes y humillantes» para las víctimas del terrorismo.

La respuesta a esta cuestión es compleja. Da la impresión de que se trata de uno de los debates, tan tristemente habituales en nuestra sociedad, que enfrentan, en posiciones que se declaran irreconciliables, a personas e instituciones que tienen, seguro, más en común de lo que la escenificación de la polémica da a entender. En ese sentido, es una polémica que no conviene alimentar, sino
En primer lugar hay que afirmar que la intención del artista no era la de crear polémica ninguna. No es el caso típico del artista en búsqueda de popularidad gratuita. Al contrario. Clemente Bernard ha desarrollado su trabajo como fotoperiodista durante años, haciendo de la denuncia social una de las constantes de su trabajo y no se puede poner en ningún caso en duda la intención meramente informativa que subyace a sus fotografías. Él mismo, en más de una ocasión ha afirmado que sus instantáneas están «exentas de juicios de valor». Igualmente, no hay que dejar de reseñar que parte de éstas mismas fotografías han sido anteriormente publicadas por varios medios de comunicación con los que Bernard colabora, sin que haya habido polémica ninguna por ello.

Y sin embargo la AVT se muestra indignada. En el centro de la indignación subyace la solicitud por escrito de Bernard a la Fundación Miguel Ángel Blanco para la exhibición de una instantánea no incluida en la selección final que reproduce la radiografía de los impactos de bala recibidos por el concejal asesinado por ETA, así como la equidistancia con respecto al conflicto que los pies de fotos que acompañan en las fotografías finalmente expuestas deja entrever.

En el primero de los casos, entiendo que, probablemente, la negativa de la familia de Blanco partiera del hecho de que la instantánea sería exhibida en una 'muestra de arte'. El valor informativo de la fotografía quedaría desplazado por un supuesto valor 'estético' y eso era algo que, ciertamente, podría resultar vejatorio hacia la víctima. Sin embargo, aquí hay una importante confusión. El arte contemporáneo no se limita a cuestiones estéticas. Su valor reside mucho más allá, o más acá, de la cuestión de la belleza o fealdad de las imágenes. En este sentido, aún expuesta en una muestra 'de arte', el valor de una fotografía puede ser precisamente el meramente informativo, más allá de consideraciones estéticas.

De la segunda de las cuestiones, sin embargo, Bernard debería aprender una valiosa lección que, por otro lado, es desde hace décadas un tópico asumido por el arte contemporáneo: no existen los lenguajes neutrales. La mera descripción de hechos, sin valoraciones, implica ya un posicionamiento determinado. Como escribió Nietzsche, «no hay hechos, sino metáforas». En este sentido, el lenguaje utilizado en sus pies de fotos puede herir y, a tenor de los hechos, ha herido determinadas sensibilidades, precisamente por su pretensión de neutralidad. Crear polémica no era su intención, sin duda, pero un artista no vive de intenciones y es un hecho que la ha creado. En este sentido, era de prever que a partir de estos textos podría crearse un debate ciertamente desagradable. Bernard ha pecado, probablemente, de ingenuo.

Resulta, finalmente, muy triste que la exposición, que debería generar interesantes debates sobre el estado actual del arte joven local y, más allá, sobre el tema que muchos de los artistas abordan en la misma -nuestra supuesta identidad colectiva-, provoque, por un error de previsión del artista y un error de concepción de lo que hoy el arte es por parte de los ofendidos, una polémica en la que nadie gana y todos perdemos. Una polémica, además, que se da en torno a una institución, el Guggenheim Bilbao, que hoy día es, entre otras muchas cosas, probablemente uno de los más firmes símbolos del intento de superación de la sociedad vasca de la lacra del terrorismo. Recordemos que la plaza de entrada al mismo lleva el nombre de Txema Aguirre, ertzaina asesinado por ETA días antes de la inauguración de la pinacoteca. Por ello, se me antojan más que injustas las palabras de Mari Mar Blanco, en las que afirma que «en estos diez años, el Guggenheim nunca ha hecho nada para denunciar la terrible situación que se está viviendo en el País Vasco, y cuando lo hace es para humillar aún más a las víctimas y poner en un pedestal a los verdugos». Algo que ha tenido que doler profundamente a los responsables del museo, que hace sólo unos días homenajeaban la figura del policía vasco, una víctima de la violencia etarra que, con su vida, impidió que sus asesinos atentaran contra el símbolo de un futuro mejor para el pueblo vasco.

lunes, 22 de octubre de 2007

Una polémica a superar

Es el artículo de opinión escrito por Galder Reguera y que más abajo reproduzco integramente, con el objetivo de realizar un pequeño comentario al respecto, ya que puede completar mi idea, (anteriormente comentada) que , por el momento tengo de la exposición del Guggenhein "Chacun à son goût"

Galder Reguera se plantea deconstruir la polémica generada por las fotografías de Clemente Bernard desvelando los malentendidos que la han producido. Ésta es la pretensión de su texto.
A mí me parece que bo locndy



Una polémica a superar
- GALDER REGUERA -

Recogido de el Correo 21.10.07

Quienes trabajamos en el mundo del arte sabíamos que tras la inauguración de la muestra 'Cada uno a su gusto', en el Guggenheim Bilbao, surgiría cierta polémica. Sin embargo, la dirección que ésta ha tomado ha sorprendido a propios y extraños. En lugar del previsible debate sobre la representatividad y validez de los artistas seleccionados para la misma, o de la calidad del resultado de los trabajos realizados 'ad hoc' para el Guggenheim por los jóvenes artistas vascos, la discusión se ha centrado en si las obras expuestas del fotoperiodista Clemente Bernard son, como afirma la AVT, «hirientes y humillantes» para las víctimas del terrorismo.

La respuesta a esta cuestión es compleja. Da la impresión de que se trata de uno de los debates, tan tristemente habituales en nuestra sociedad, que enfrentan, en posiciones que se declaran irreconciliables, a personas e instituciones que tienen, seguro, más en común de lo que la escenificación de la polémica da a entender. En ese sentido, es una polémica que no conviene alimentar, sino
En primer lugar hay que afirmar que la intención del artista no era la de crear polémica ninguna. No es el caso típico del artista en búsqueda de popularidad gratuita. Al contrario. Clemente Bernard ha desarrollado su trabajo como fotoperiodista durante años, haciendo de la denuncia social una de las constantes de su trabajo y no se puede poner en ningún caso en duda la intención meramente informativa que subyace a sus fotografías. Él mismo, en más de una ocasión ha afirmado que sus instantáneas están «exentas de juicios de valor». Igualmente, no hay que dejar de reseñar que parte de éstas mismas fotografías han sido anteriormente publicadas por varios medios de comunicación con los que Bernard colabora, sin que haya habido polémica ninguna por ello.

Y sin embargo la AVT se muestra indignada. En el centro de la indignación subyace la solicitud por escrito de Bernard a la Fundación Miguel Ángel Blanco para la exhibición de una instantánea no incluida en la selección final que reproduce la radiografía de los impactos de bala recibidos por el concejal asesinado por ETA, así como la equidistancia con respecto al conflicto que los pies de fotos que acompañan en las fotografías finalmente expuestas deja entrever.

En el primero de los casos, entiendo que, probablemente, la negativa de la familia de Blanco partiera del hecho de que la instantánea sería exhibida en una 'muestra de arte'. El valor informativo de la fotografía quedaría desplazado por un supuesto valor 'estético' y eso era algo que, ciertamente, podría resultar vejatorio hacia la víctima. Sin embargo, aquí hay una importante confusión. El arte contemporáneo no se limita a cuestiones estéticas. Su valor reside mucho más allá, o más acá, de la cuestión de la belleza o fealdad de las imágenes. En este sentido, aún expuesta en una muestra 'de arte', el valor de una fotografía puede ser precisamente el meramente informativo, más allá de consideraciones estéticas.

De la segunda de las cuestiones, sin embargo, Bernard debería aprender una valiosa lección que, por otro lado, es desde hace décadas un tópico asumido por el arte contemporáneo: no existen los lenguajes neutrales. La mera descripción de hechos, sin valoraciones, implica ya un posicionamiento determinado. Como escribió Nietzsche, «no hay hechos, sino metáforas». En este sentido, el lenguaje utilizado en sus pies de fotos puede herir y, a tenor de los hechos, ha herido determinadas sensibilidades, precisamente por su pretensión de neutralidad. Crear polémica no era su intención, sin duda, pero un artista no vive de intenciones y es un hecho que la ha creado. En este sentido, era de prever que a partir de estos textos podría crearse un debate ciertamente desagradable. Bernard ha pecado, probablemente, de ingenuo.

Resulta, finalmente, muy triste que la exposición, que debería generar interesantes debates sobre el estado actual del arte joven local y, más allá, sobre el tema que muchos de los artistas abordan en la misma -nuestra supuesta identidad colectiva-, provoque, por un error de previsión del artista y un error de concepción de lo que hoy el arte es por parte de los ofendidos, una polémica en la que nadie gana y todos perdemos. Una polémica, además, que se da en torno a una institución, el Guggenheim Bilbao, que hoy día es, entre otras muchas cosas, probablemente uno de los más firmes símbolos del intento de superación de la sociedad vasca de la lacra del terrorismo. Recordemos que la plaza de entrada al mismo lleva el nombre de Txema Aguirre, ertzaina asesinado por ETA días antes de la inauguración de la pinacoteca. Por ello, se me antojan más que injustas las palabras de Mari Mar Blanco, en las que afirma que «en estos diez años, el Guggenheim nunca ha hecho nada para denunciar la terrible situación que se está viviendo en el País Vasco, y cuando lo hace es para humillar aún más a las víctimas y poner en un pedestal a los verdugos». Algo que ha tenido que doler profundamente a los responsables del museo, que hace sólo unos días homenajeaban la figura del policía vasco, una víctima de la violencia etarra que, con su vida, impidió que sus asesinos atentaran contra el símbolo de un futuro mejor para el pueblo vasco.

Una polémica a superar

"Una polémica a superar" es el artículo de opinión que Galder Reguera ha publicado en el Correo y que más abajo reproduzco con el único interes de realizar un pequeño
comentario que puede completar al ya realizado sobre esta espocición


Una polémica a superar
- GALDER REGUERA -

Recogido de el Correo 21.10.07

Quienes trabajamos en el mundo del arte sabíamos que tras la inauguración de la muestra 'Cada uno a su gusto', en el Guggenheim Bilbao, surgiría cierta polémica. Sin embargo, la dirección que ésta ha tomado ha sorprendido a propios y extraños. En lugar del previsible debate sobre la representatividad y validez de los artistas seleccionados para la misma, o de la calidad del resultado de los trabajos realizados 'ad hoc' para el Guggenheim por los jóvenes artistas vascos, la discusión se ha centrado en si las obras expuestas del fotoperiodista Clemente Bernard son, como afirma la AVT, «hirientes y humillantes» para las víctimas del terrorismo.

La respuesta a esta cuestión es compleja. Da la impresión de que se trata de uno de los debates, tan tristemente habituales en nuestra sociedad, que enfrentan, en posiciones que se declaran irreconciliables, a personas e instituciones que tienen, seguro, más en común de lo que la escenificación de la polémica da a entender. En ese sentido, es una polémica que no conviene alimentar, sino intentar deconstruir, desvelando los malentendidos que la han producido. Ésta es la pretensión de este texto.

En primer lugar hay que afirmar que la intención del artista no era la de crear polémica ninguna. No es el caso típico del artista en búsqueda de popularidad gratuita. Al contrario. Clemente Bernard ha desarrollado su trabajo como fotoperiodista durante años, haciendo de la denuncia social una de las constantes de su trabajo y no se puede poner en ningún caso en duda la intención meramente informativa que subyace a sus fotografías. Él mismo, en más de una ocasión ha afirmado que sus instantáneas están «exentas de juicios de valor». Igualmente, no hay que dejar de reseñar que parte de éstas mismas fotografías han sido anteriormente publicadas por varios medios de comunicación con los que Bernard colabora, sin que haya habido polémica ninguna por ello.

Y sin embargo la AVT se muestra indignada. En el centro de la indignación subyace la solicitud por escrito de Bernard a la Fundación Miguel Ángel Blanco para la exhibición de una instantánea no incluida en la selección final que reproduce la radiografía de los impactos de bala recibidos por el concejal asesinado por ETA, así como la equidistancia con respecto al conflicto que los pies de fotos que acompañan en las fotografías finalmente expuestas deja entrever.

En el primero de los casos, entiendo que, probablemente, la negativa de la familia de Blanco partiera del hecho de que la instantánea sería exhibida en una 'muestra de arte'. El valor informativo de la fotografía quedaría desplazado por un supuesto valor 'estético' y eso era algo que, ciertamente, podría resultar vejatorio hacia la víctima. Sin embargo, aquí hay una importante confusión. El arte contemporáneo no se limita a cuestiones estéticas. Su valor reside mucho más allá, o más acá, de la cuestión de la belleza o fealdad de las imágenes. En este sentido, aún expuesta en una muestra 'de arte', el valor de una fotografía puede ser precisamente el meramente informativo, más allá de consideraciones estéticas.

De la segunda de las cuestiones, sin embargo, Bernard debería aprender una valiosa lección que, por otro lado, es desde hace décadas un tópico asumido por el arte contemporáneo: no existen los lenguajes neutrales. La mera descripción de hechos, sin valoraciones, implica ya un posicionamiento determinado. Como escribió Nietzsche, «no hay hechos, sino metáforas». En este sentido, el lenguaje utilizado en sus pies de fotos puede herir y, a tenor de los hechos, ha herido determinadas sensibilidades, precisamente por su pretensión de neutralidad. Crear polémica no era su intención, sin duda, pero un artista no vive de intenciones y es un hecho que la ha creado. En este sentido, era de prever que a partir de estos textos podría crearse un debate ciertamente desagradable. Bernard ha pecado, probablemente, de ingenuo.

Resulta, finalmente, muy triste que la exposición, que debería generar interesantes debates sobre el estado actual del arte joven local y, más allá, sobre el tema que muchos de los artistas abordan en la misma -nuestra supuesta identidad colectiva-, provoque, por un error de previsión del artista y un error de concepción de lo que hoy el arte es por parte de los ofendidos, una polémica en la que nadie gana y todos perdemos. Una polémica, además, que se da en torno a una institución, el Guggenheim Bilbao, que hoy día es, entre otras muchas cosas, probablemente uno de los más firmes símbolos del intento de superación de la sociedad vasca de la lacra del terrorismo. Recordemos que la plaza de entrada al mismo lleva el nombre de Txema Aguirre, ertzaina asesinado por ETA días antes de la inauguración de la pinacoteca. Por ello, se me antojan más que injustas las palabras de Mari Mar Blanco, en las que afirma que «en estos diez años, el Guggenheim nunca ha hecho nada para denunciar la terrible situación que se está viviendo en el País Vasco, y cuando lo hace es para humillar aún más a las víctimas y poner en un pedestal a los verdugos». Algo que ha tenido que doler profundamente a los responsables del museo, que hace sólo unos días homenajeaban la figura del policía vasco, una víctima de la violencia etarra que, con su vida, impidió que sus asesinos atentaran contra el símbolo de un futuro mejor para el pueblo vasco.

jueves, 18 de octubre de 2007

Artistas alaveses critican su exclusión de una muestra en el museo Guggenheim

Recogido de El Correo del día 18.10.07

La exposición incluye obras de doce artistas vascos o formados en Euskadi

MIGUEL ARTAZA

Desde su inauguración, el museo Guggenheim de Bilbao ha sido acusado por algunos expertos de primar en exceso a artistas internacionales y dejar un poco de lado a los locales. Sin embargo, con la exposición 'Chacun à son goût' ('Cada uno a su gusto') se intenta revertir esa tendencia. Y es que la muestra pretende potenciar la creatividad de los artistas vascos contemporáneos, invitándoles a «producir obras que interactúen con los espacios del museo». La comisaria Rosa Martínez se ha encargado de la selección de una docena de artistas, vascos o formados en Euskadi, en la que no hay ningún alavés, lo que ha provocado críticas en los creadores locales.

Para el creador interdisciplinar Imanol Marrodán, la ausencia de artistas alaveses hay que achacarla únicamente «al criterio personal de la comisaria». Considera «una buena noticia» que el Guggenheim se ocupe de artistas locales, y la exposición le ha parecido «correcta». «Hay obras muy potentes, pero creo que se ha obviado a generaciones enteras de artistas. En este sentido, considero mucho más relevante la exposición 'Incógnitas. Cartografías del Arte Contemporáneo en Euskadi', organizada este verano por Juan Luis Moraza, en la que se hacía un recorrido por el arte contemporáneo vasco de la mano de cuatro generaciones diferentes de artistas».

Fito Rodriguez coincide con Marrodán cuando asegura que 'Incógnitas' fue una exposición mucho más completa. Respecto a la ausencia de artistas alaveses, no cree que en el mundo del arte haya que cumplir cuotas, y señala que la proyección del arte vasco «no es la que debería ser».

A Mintxo Cemillán, dibujante e ilustrador, la exposición le parece «poco más que una limosna» a los creadores vascos. «Desde hace varios años las instituciones están desatendiendo a los artistas locales. Y si hablamos de los alaveses, me atrevería a decir que estamos marginados, ninguneados. Para que un alavés disfrute de difusión tiene que 'moverse' en Bilbao o en San Sebastián». Cemillán se muestra muy crítico con las instituciones públicas, «que a menudo delegan en entidades privadas, como fundaciones o los patronatos, para que gestionen un dinero que es de todos. Estas entidades atienden exclusivamente a los dictados del mercado».

Corea y ARCO

Alfredo Álvarez Plágaro valora de forma positiva que «por fin» el Guggenheim exponga obra de artistas vascos, pero echa de menos algunos nombres. «Me extraña que no haya ningún artista alavés, porque en Vitoria hay gente del mismo nivel que algunos de los expuestos». El pintor cree que nadie es profeta en su tierra, y opta por la ironía: «Siempre se valora mejor lo de fuera. Para exponer en Arco, lo mejor es ser coreano». Se refiere a la edición de 2006 (especial Corea), en la que, según él, «había cosas interesantes, pero también muchas prescindibles».

Iñaki Larrimbe cree que «Álava está fuera del panorama cultural. Nuestra ciudad ni genera ni exporta cultura». Cree que las instituciones «deberían apoyar más a los creadores locales». En cuanto al Guggenheim, insiste en que pretende «lavarse la cara, saldar la deuda que tenía con los creadores vascos». Considera al museo bilbaíno «una máquina de atraer turistas».

jueves, 4 de octubre de 2007

Por qué se aburre Basterretxea






En los jardines del Museo de Bellas Artes hay una obra, una sola obra. Sola. Una triste situación, creo yo. Una obra perteneciente al llamado arte contemporáneo. Parece olvidada, allí en un rincón del jardín de la restaurada casa del Conde de Dávila, sede del Museo de Bellas Artes.

Creo que se denomina “Homenaje al dolmen” y que es una escultura de bronce y mármol de Néstor Basterretxea, nacido en Bermeo, Bizkaia el 06/05/1924.

Dicha obra parece que pertenece a la Colección de Artium Nº Inv.: 02/750 según informa el catálogo on line de su página web.

¿Será porque no quepa en Artium? ¿Será porque es demasiado pesada y porque tiene una gran “peana” que mover?. No creo que sea eso, ya que una de las copias de “El alcalde” de Julio López Hernández también pesaba lo suyo y también estaba en el jardín de este museo, eso sí, casi sin peana, (y no sé si por eso será de carácter más o menos contemporáneo), pero pesar sí que pesaba y sin embargo ahí esta ella, como de portero, en Artium.

¿Será porque la trayectoria de Basterretxea estuvo e imagino que estará cercana al estudio de la cultura plástica denominada en algún momento vasca? No creo.

¿Alguien podría explicar por qué se aburre, desde hace cinco años, ella tan solita, arrinconada, la obra de Basterretxea en el jardín del Museo de Bellas Artes?.

miércoles, 3 de octubre de 2007

La eterna pregunta

Recogido de Diario de Alava 03- OCT -2007
David mangana

Edorta kortadi y néstor basterretxea departieron ayer sobre el arte vasco
Fundación Alkartasuna reunió a ambos en una velada llena de reflexión, anécdotas, risas y, sobre todo, preguntas

Vitoria.
Cuando uno se acerca a una charla que busca responder -una vez más- a la existencia del arte vasco, junto a él caminan a la par la esperanza y el escepticismo. Finalmente, siempre acaba por darse cuenta de una cosa, de que las preguntas son la mejor excusa para ejercitar la palabra, para caminar las huellas de la creación.

En el Palacio Europa, dos púgiles de la reflexión artística, amistosamente enfrentados, ofrecieron ayer una conceptual y divertida disquisición sobre el tema. A un lado del ring, Edorta Kortadi, catedrático de Historia del Arte por la Universidad de Deusto. Al otro, Néstor Basterretxea, artista. Organizó la velada la Fundación Alkartasuna, con una inmejorable entrada en el cuadrilátero de la sala Barandiaran.

Basterretxea, escultor, se lanzó esta vez al lienzo para trazar un fresco histórico del arte vasco del último siglo, comenzando precisamente por los pintores que, hace noventa años, arraigaron en lo figurativo obras de notable valor, pero sin asumir novísimos valores en alza en la vanguardia mundial.

Repleta de anécdotas, muchas en primera persona, su intervención recordó la sombra que proyectó el cuerpo de Picasso sobre el Guernica -"la pintura más extraordinaria del siglo XX"-, las mariposas que pintaba Franco, o a un Oteiza que proclamó en Madrid que "la materia prima del arte es el espacio".

Las pinceladas no respondían a la cuestión anunciada, pero la reflejaban, caminaban la curva de su interrogante, mostraban la inquietud de Basterretxea por desvelar con su cosmogonía escultórica, a través de la mitología vasca, "una transformación de la palabra en imagen tangible". Por palpar la identidad.

Al final de su socarrona y divertida intervención, la respuesta emergió. "Siempre he dicho que el arte vasco sí existe, sobre todo en la escultura, creo que nace en la escultura nuestra". Se refería a una generación, la suya, llena de originalidad, una "comunidad reconocible" que integró raíces y vanguardia -la de Gaur, Hemen, Orain y Danok-, desde "volumetrías de carácter muy severo, marcado, pensando que la obra debe durar física y mentalmente". Si su obra y la de sus coetáneos viajará junta a Japón, "creerían que es de una misma persona".

Edorta Kortadi coincidió con Basterretxea en observar la geometría como constante del arte vasco, pero a una pregunta respondió con infinitas. "Primero nos tendríamos que poner de acuerdo en qué es el arte vasco". Para su mecánico, el arte no son los libros de Kandinsky y Miró que reposan en su asiento trasero, "sino la jamona del calendario que tiene en el garaje".

¿Cuál es el concepto clave?¿Geográfico, político, temático, matérico, nominal? Si una obra tiene un nombre en euskera, ¿es vasca?. "¿A qué llamamos vasco?". "El arte siempre tiene raíces, tiene pies, y es la sociedad entera la que lo va asumiendo". Kortadi diseccionó con ironía didáctica un arte que en su opinión bebe de las variantes mestizas europeas -"la mezcla hace que los niños salgan más hermosos"-, y parte de la necesidad humana, con un lenguaje que "existe antes que el sujeto". Al fin y al cabo, un "tesoro" que se alimenta de "toda obra producida en territorio vascón desde el Neolítico hasta el siglo XXI". Eso sí, de toda obra que busca la significación.

No hay duda de ciertas cosas. Se tiende a lo geométrico y a los colores fríos. Tampoco se puede cuestionar que los ventanales de los templos vascos tienden a cerrarse. "No nos gustan las luces mediterráneas, nos gustan más opacas", afirmó Kortadi, que en ejercicio de mimetismo con su compañero, cinceló su opinión con golpes diversos. "Después, a la vuelta en coche, discutiremos", bromeaba Basterretxea. Kortadi le palmeaba la espalda. Un combate, dos ganadores.

No hubo refriega. Ni respuesta. Las preguntas construyen el arte vasco, que existe por ellas. Volver a preguntarse por él es volver a saborear su fuerza, su contundencia. ¿Qué más da si existe? Existe en cada uno. A su manera.

Debate interesante

Está empezando el curso y ahora tengo poco tiempo para atender el blog, pero lo intento. Es el problema de esto de estar en red y si además quieres participar en otros, pues más jaleo todavía. Os invito y no es la primera vez a visitar el blog “POLITIKAK” creo que se está abriendo un interesante debate en el que intento participar también. En esta ocasión va sobre la renuncia que algunos artistas han tenido que realizar a las subvenciones a proyectos culturales y los porqués. Creo que es interesante y allí os mando http://www.politikak.org/?p=67#comments